Saber escuchar - La mente es maravillosa
Saber escuchar es un arte que pocas personas
dominan. Veamos en qué consiste y cómo
podemos potenciarlo.
Saber escuchar es un proceso fundamental
para una comunicación eficaz. Sin embargo,
pocas son las personas que saben escuchar
de verdad. No prestan atención, aunque sí lo
simulan y esto provoca diferentes conflictos
que afectan a la relación con las demás
personas.
No somos conscientes de la importancia
que tiene saber escuchar y de lo mucho que
nos beneficiaría potenciar esta habilidad. Sin
embargo, nuestra necesidad de ser
escuchados pasa por encima de esto y nos
volvemos egoístas sin ser conscientes de ello.
Oír y escuchar
Oír y escuchar son dos actitudes distintas. Al
cabo de un día se oyen muchas cosas pero
se escucha poco. Cuando oímos no
prestamos una atención profunda, sino que
simplemente captamos la sucesión de sonidos
que se produce a nuestro alrededor.
Mientras que cuando escuchamos nuestra
atención va dirigida hacia algún sonido o
mensaje específico, es decir, existe una
intencionalidad, encontrándose todos nuestros
sentidos enfocados a lo que estamos
recibiendo. Así, las personas que saben
escuchar a otros, los acompañan en su viaje
por la vida.
¿Recuerdas cuando estabas en la clase de
algún profesor y no te interesaba nada lo que
contaba? No lo escuchabas, pero lo oías. Tus
conductos auditivos recibían el sonido que
emitía, pero no lo entendía, no lo comprendía.
Tu mente estaba en otra parte, haciendo caso
omiso a todo eso que percibías por tus oídos.
“Escuchar detenidamente te hace especial,
pues casi nadie lo hace”.
-Ernest Hemingway-.
Pues esta actitud en una clase aburrida la llevas,
sin quererlo, a tu vida cotidiana, porque en
ocasiones es mucho más fácil oír que escuchar,
ya que esto último requiere de una disposición
a prestar atención y a esforzarse por
comprender lo que el otro te está diciendo. A
esto se le denomina escucha activa y es muy
necesaria e importante.
Aprendiendo a escuchar
Un proverbio oriental dice: “Nadie pone más en
evidencia su torpeza y mala crianza, que el que
empieza a hablar antes de que su interlocutor
haya concluido”.
Ocurre a veces que cuando estamos hablando
con otra persona tenemos, tanto el otro como
nosotros, dificultades para escuchar; pasando
de escuchar a oír en muchas ocasiones,
mientras elaboramos qué vamos a decir
cuando el otro acabe, en vez de intentar
prestar atención a lo que nos dicen, quedando
el diálogo bloqueado por incontinencias
verbales. Pues, si todos queremos hablar a la
vez y no se escuchan las razones de los otros,
no habrá diálogo como tal sino monólogos
yuxtaponiéndose.
Saber escuchar es una actitud difícil, ya que
exige dominio de uno mismo e implica atención,
comprensión y esfuerzo por captar el mensaje
del otro. Significa dirigir nuestra atención hacia
el otro, adentrando en su ámbito de interés y su
marco de referencia.
El diálogo exige una actitud silenciosa de
escucha atenta. El escritor y orador
J. Krishnamurti afirmaba “Escuchar es un acto
de silencio”. Mientras no
callemos nuestro diálogo interno y prestemos
atención a nuestro interlocutor, no
aprenderemos a escuchar. Solo una actitud de
escucha atenta hace fecunda la palabra que
podemos dar a nuestro interlocutor.
Es difícil poder decir al otro algo que resulte
válido si no abrimos de par en par nuestros
oídos para escucharlo. Así, la persona
escuchada sentirá que le están dando la
importancia que merece, quedando
agradecida y creándose a su vez un clima de
respeto, estima y confianza.
La escucha es una habilidad que exige
apertura, transparencia y ganas de
comprender. El justo equilibrio entre saber
escuchar y saber hablar produce el diálogo.
Consejos para mejorar la escucha activa
Si queremos potenciar nuestra habilidad
para escuchar, primero que nada debemos
identificar aquellos aspectos de la escucha
activa en los que tenemos déficits para
luego trabajar en ellos.
Estos aspectos pueden resumirse en: la
atención hacia nuestro interlocutor; el interés
transmitido; el aplazamiento del propio juicio;
la capacidad de dar y recibir retroalimentación;
y la empatía. A continuación, dejamos algunas
técnicas especificas que ayudan a trabajar
cada dimensión:
Prestar atención
Si no atendemos al mensaje del otro será
imposible que escuchemos. Por tanto, si
tenemos problemas para atender, intentemos
enfocarnos en lo que nos dicen e ignoremos
todos aquellos distractores (tanto internos
como externos).
Asimismo, esforcémonos por comprender la
línea argumental de nuestro interlocutor y
prestemos atención a su lenguaje corporal,
así identificaremos el contexto con mayor
facilidad y podremos comprender la totalidad
del mensaje.
Por último, para prestar atención es de vital
importancia no interrumpir y cultivar la
paciencia.
Mostrar interés
Saber escuchar implica demostrar que
estamos interesados en lo que nos dicen.
De no ser así, el otro percibirá que no
está siendo atendido y provocaremos una
respuesta negativa de su parte.
Por tanto, para denotar interés lo ideal sería:
Realizar comentarios cortos y gestos de
asentimiento que demuestren que estamos
escuchando.
Adoptar una posición corporal de escucha,
lo que implica mantener el contacto visual,
disminuir la distancia, orientar la postura
hacia el otro, evitar cursarse de brazos, etc.
Aplazar el propio juicio
Cuando el interlocutor nos está expresando
sus ideas debemos ser capaces de callar
nuestro diálogo interno. Para ello, evita
sacar conclusiones mientras la otra persona
está hablando, intenta anular tus prejuicios
preconcebidos en torno al tema, no
interrumpas y deja a un lado tus emociones.
Para ello, no hay nada mejor que la práctica.
Dar y recibir retroalimentación
Se trata de un aspecto importantísimo de la
comunicación efectiva. Para ponerlo en
práctica podemos solicitar que aclaren ideas
que no nos quedaron claras y reformular,
con nuestras propias palabras, el mensaje
que hemos captado. Así, evitamos caer en
malentendidos innecesarios.
Empatizar
Sin empatía no hay escucha activa. Por tanto,
para que la comunicación efectiva se
produzca debemos ser capaces de ponernos
en el lugar del otro y comprenderlo desde su
posición. Además, debemos prestar especial
atención a aquellos mensajes que van más
allá de las palabras, tales como: sus
sentimientos y emociones trasmitidas, así
como su lenguaje corporal.
En suma ¡ejercitemos la habilidad de saber
escuchar! Es un ejercicio saludable,
enriquecedor y solidario, sobre todo en una
sociedad en la que hay muchas personas que
necesitan ser escuchadas. Únicamente cuando
somos capaces de escuchar al otro, abrimos la
puerta para que éste se comunique con
nosotros. Por lo tanto, no subestimemos la
capacidad de escuchar. ¿Empezamos a hacerlo
de verdad?
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/saber-escuchar/